Continuando un poco con la temática tratada en el día de ayer, hoy seguiremos analizando algunos aspectos de Don Álvaro o la fuerza del sino. Concretamente, esta entrada estará dedicada al momento en el que don Carlos de Vargas, hijo del Marqués de Calatrava y hermano de Leonor; bajo la fachada de don Félix de Avendaña, descubre la verdadera personalidad de don Fadrique de Herreros, que resulta ser don Álvaro.
Momento en el que don Carlos y don Álvaro se conocen bajo sus respectivas personalidades falsas |
Antes de meternos de lleno en la labor, cabe recordar de nuevo la edición utilizada para este estudio:
DE RIVAS, Duque. Don Álvaro o la fuerza del sino. 25ª ed. de Alberto Sánchez. Madrid, España. CATEDRA Letras Hispánicas. 2003. [págs. 115-139] ISBN: 84-376-0057-X
Añado además, como viene siendo costumbre; el fragmento correspondiente al documental que editó Estudio 1 recortado por mí, en el que podemos ver el inicio de la relación entre ambos y cómo se va descubriendo el engaño.
Partimos de dos personajes enfrentados los cuáles no tienen conocimiento el uno del otro. Por un lado tenemos a don Carlos de Vargas, hermano de Leonor e hijo del fallecido Marqués de Calatrava. Para este señor, su objetivo en la vida se ha convertido en vengar a su padre fallecido y recuperar de esta forma el honor perdido de su familia. Recordamos el fallecimiento del Marqués [accidentalmente] a manos de don Álvaro, amante secreto de Leonor. Por otro lado, tenemos al ya mencionado don Álvaro. Este caballero es un ser desdichado e infeliz, cuya misión se convierte en vagar por el mundo en busca de su muerte. Ha asesinado al padre de su amada y ésta ha huido e incluso él la piensa muerta, por lo que para el la vida supone un valle de lágrimas y sufrimiento como ya vimos en la entrada anterior.
Don Carlos, se refugia en la persona ficticia de don Félix de Avendaña, figura que nos recuerda a don Tomás de Avendaño, uno de los protagonistas de La ilustre fregona [de Miguel de Cervantes Saavedra, Novelas Ejemplares]. A su vez, don Álvaro se escuda bajo el nombre de don Fadrique de Herreros, capitán de granaderos.
DON CARLOS (Con expresión.)
Que me deis
vuestro nombre a suplicaros
me atrevo. Y para obligaros,
primero el mío sabréis.
(Aparte.)
Siento no decir verdad:
Soy don Félix de Avendaña,
que he venido a esta campaña
sólo por curiosidad.
Soy teniente coronel,
y del general Briones
ayudante: relaciones
tengo de sangre con él.
[...]
DON ÁLVARO
Soy... don Fadrique de Herreros,
capitán de granaderos
del regimiento del Rey.
Desde una perspectiva actual, esta situación podría parecernos imposible e incoherente, ya que actualmente todos disponemos de información y fotografías de cualquier persona a un solo click de distancia. Hay que tener en cuenta que esta obra se estrena en 1835, momento en el que era impensable siquiera que una persona pudiera tener un retrato propio de bolsillo. Es en esa situación donde reside la ridiculez del asunto que nos trasmite ese punto cómico en el que dos personas que estaban deseando encontrarse (aunque no por una buena razón) son incapaces de darse cuenta de a quién tienen delante realmente.
A la vista está, como de grande es el engaño, que don Carlos tiene conocimiento de este tal don Fadrique, ya que tras la presentación, le dice:
DON CARLOS (Con grande admiración y entusiasmo.)
¿Sois -¡grande dicha es la mía!-
del ejército español
la gloria, el radiante sol
de la hispana valentía?
[...]
Desde que llegué
a Italia, sólo elogiaros
y prez de España llamaros
por dondequiera escuché.
Y de español tan valiente
anhelaba la amistad.
A lo largo de este fragmento, vemos cómo la relación se inicia cuando don Álvaro consigue zafarse de un grupo de soldados que intentan atacar a don Carlos. Parece que éste ya sospecha algo cuando don Carlos le comenta que la riña fue a causa del juego, cosa poco honorable en un hombre de calidad.
DON ÁLVARO
Que extrañe perdonad
que un hombre de calidad,
cual vuestro esfuerzo demuestra,
entrara en tal gazapón,
donde sólo va la hez,
la canalla más soez,
de la milicia borrón.
A lo largo del episodio somos testigos de cómo don Álvaro es herido de bala en el pecho y don Carlos se encarga de salvaguardarlo con ayuda de un doctor. En el momento en que don Álvaro vuelve en sí del shock, maldice su suerte y se lamenta de haber sido salvado de la muerte, ya que su intención es morir.
DON ÁLVARO
¡Dios eterno!
Con salvarme de la muerte,
¡qué grande mal me habéis hecho!
En uno de sus despertares, se menta el nombre de la Orden militar española de Calatrava, que don Álvaro confunde con el Marqués al que asesinó ante la presencia de su amada Leonor y es a partir de ese momento cuando don Carlos comienza a mostrarse receloso.
DON CARLOS
[...] con una rica encomienda
se adornará vuestro pecho
de Santiago o Calatrava.
DON ÁLVARO
¿Qué escucho, qué? ¡Santo cielo!
¡Ah, no, no! De Calatrava,
jamás, jamás... ¡Dios eterno!
Tras este episodio, don Álvaro en el que cree su lecho de muerte, le pide a don Carlos un supuesto último favor:
DON ÁLVARO
Don Félix, vos solo, solo,
(Le da la mano.)
cumpliréis con lo que quiero
de vos exigir. Juradme
por la fe de caballero que haréis cuanto aquí os encargue
con inviolable secreto.
[...]
DON CARLOS
Sí; encuentro
una llavecita
DON ÁLVARO
Con ella abrid, yo os lo ruego,
a solas y sin testigos,
una caja que en el centro
hallaréis de mi maleta.
En ella, con sobre y sello,
un legajo hay de papeles;
custodiarlos con esmero,
y al momento que yo expire,
los daréis, amigo, al fuego.
DON CARLOS
¿Sin abrirlos?
DON ÁLVARO (Muy agitado.)
Sin abrirlos,
que en ellos hay un misterio
impenetrable... ¿Palabra
me dais, don Félix, de hacerlo?
DON CARLOS
Yo os la doy con toda el alma.
Una vez que don Carlos es poseedor de la llave, comienza a experimentar confrontaciones entre sus sentimientos, lo que le hace debatirse entre abrir o no la maleta que contiene la carta, ya que ha reunido demasiadas pesquisas como para desconfiar de la persona de don Fadrique. Tras un monólogo en el que reflexiona sobre las posibilidades de que don Fadrique sea realmente don Álvaro y con la esperanza de mantener su promesa, decide investigar la maleta para encontrar un indicio que le lleve a descubrir a don Álvaro sin abrir la carta sellada. Es en esa maleta, donde descubre una cajita con el retrato de su hermana Leonor.
Al final del episodio, podemos ver cómo entra en juego esa confrontación entre la curiosidad que tiene don Carlos por saciar y el código de honor que le impide saciarla. El recurso del caballero desleal que a hurtadillas indaga en las intimidades de don Álvaro nos envuelve de un halo cómico y le otorga cierta actualidad a la obra, ya que se nos asemeja a situaciones cotidianas a las que todos hemos podido enfrentarnos. Vemos que al final, don Carlos mediante una triquiñuela consigue su objetivo a la vez que mantiene intacto el sobre. Este recurso pone de manifiesto la recursividad de la que puede llegar a hacer alarde una persona cuando encuentra dificultades para saciar la curiosidad.
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