sábado, 7 de junio de 2014

El poder y la violencia en los niños perdidos

A continuación, haremos un recorrido sobre los diferentes motivos violentos que aparecen en la obra de Laila Ripoll y destacaremos el abuso del poder que se ejerce contra estos niños de la Guerra Civil Española.
La edición utilizada es la siguiente:



RIPOLL, Laila. Los niños perdidos. Introducción de Francisca Vilches de Frutos. KRK A ESCENA. 2010, Oviedo 978-84-8367-288-4

En esta obra cabe destacar el uso de la Memoria Histórica que hace la autora para reivindicar las voces de aquellos que no pudieron hacerlo en su momento. La escena se desarrolla dentro de la buhardilla de un orfanato en la que fueron casi abandonados tres niños víctimas de la Guerra Civil española. Estos tres niños en su día fueron hijos de personas que murieron o sufrieron durante la guerra a causa de sus ideales izquierdistas. Los niños viven en un miedo constante atormentados por la figura de la monja Sor, que amenaza con no darles de comer o incluso hacerles daño. La violencia está presente durante toda la obra tanto entre los propios niños, como entre Sor y los pequeños. Las peleas entre los tres son constantes aunque siempre se solucionan gracias al deficiente mental que les acompaña y aconseja. Obviamente la violencia que ejerce Sor es muchísimo más dura que la ocasionada entre los tres niños. El deficiente encarna el papel de la monja y lo utilizan a modo de sorna contra ella, pero la violencia sigue presente y también entra en el juego de la representación. Vemos como estos niños se encuentran desnutridos, solos y maltratados por el simple hecho de pertenecer a familias cuyos ideales no eran los más afines al franquismo.




Al final de la obra, somos testigos de cómo todo ha resultado una fantasía del deficiente en cuya memoria todavía viven estos tres niños a pesar de que se intentase ocultar su historia. Podría tomarse como símil de la actualidad, ya que el Gobierno y la Historia se empeñan en borrar estos capítulos negros de nuestra memoria, pero en las mentes de los hijos y nietos de las víctimas sigue vivo el sufrimiento de estas personas. Se desvela al final cómo Sor encierra al más pequeño en la buhardilla por el hecho de que no controla su vejiga a causa del miedo, cómo se encuentra aislado, a oscuras y desnutrido y cómo los otros dos acuden en su ayuda. La monja arroja al crío por la ventana causando su muerte inmediata y siendo testigos los otros dos niños. Es por ello, que la monja acaba a golpes con la vida de los dos. Esta historia queda latente en la memoria del deficiente que decide acabar con la vida de la monja y revivir a los niños inocentes cada día en su memoria para que la historia siga viva. Estos niños constantemente luchan por evitar recordar el momento de su fallecimiento y por consiguiente, a la figura de la monja. Tales esfuerzos no logran acabar con esa visión de la religiosa que les hace volver a recordar una y otra vez el terror sufrido por los tres huérfanos y el remordimiento que lleva dentro el deficiente. El alcance del trauma que les provoca a los cuatro la figura de esta señora, podemos verla en el siguiente fragmento:

Tuso: (Completamente aterrorizado.) […] Está ahí, sin moverse de la puerta! ¡Y se ríe! ¡Se ríe sin dientes, pero se ríe! ¡Es verdad, que lleva la misma ropa y el mismo vergajo, pero no huele!

Lázaro: ¡Los fantasmas no huelen!

Cucachica:  ¡Me hago pis, me hago pis, me hago pis…!

Tuso: ¡Y le sangra la nariz! ¡Está igual! ¡Igualita que aquel día! ¡Con la nariz torcida y el matoma en el ojo y todo!

Cucachica: ¡Ay, mamaíta, que tengo mucho pipí! […] ¡Que cada vez están más cerca las baldosas! ¡Ay, mamá! ¡Mamaíta, que me caigo y me espatarro!

[…]

Tuso: ¡Si no se ha ido! ¡Está ahí, con los ojos como natas! ¡Y yo no quería!

Marqués: ¡Por tu culpa, meón de mierda! Por tu culpa me dio con el bastón en las costillas, y en la cabeza…

Tuso: ¡No queríaaaa!

Cucachica: ¡Mamaíta, que se me ha roto todo el cuerpo! ¡Mamita, que ya no hay quien me componga!

Marqués: ….Y mientras me daba con el bastón en las narices me decía. ‘Rojo de mierda, hijo de Satanás’…. Y yo, venga a sangrar por los oídos y por la boca, que todo me sabía a sangre…


Tuso:¡Que fue sin querer! 

(Página 162)

Los cuatro personajes reflejan en este fragmento su odio y la experiencia personal que cada uno de ellos tuvo con la religiosa. 
Cucachica, el más pequeño, comienza a hacerse pis debido al miedo y llama constantemente a su madre. Fue precisamente esto, lo que originó la ira de la religiosa y la llevó a arrojar al pequeño por la ventana.

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El Marqués le recrimina a Cucachica que por su culpa la monja le golpeó con el bastón en las costillas mientras le gritaba "rojo de mierda". Se produce una ruptura espacio-tiempo ya que Marqués narra cómo le sangraban los oídos y la boca, cuando en ese instante ya se encontraba muerto debido a los golpes y no podía sentir su propio cuerpo sangrando.

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Lázaro se mantiene más sereno que el resto ante la presencia del "fantasma" de la monja y asegura que los fantasmas no huelen.
Tuso, por su parte, intenta excusarse ante el asesinato de la monja alegando que todo fue sin querer, aunque sigue remordiéndose en su interior.

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El título recoge a la perfección el argumento de la obra, ya que historias como ésta se perdieron en los anales de la historia y nadie parece querer volver a sacarlas a la luz. Haciendo un símil con Los niños perdidos de J.M.Barrie en su obra Peter Pan, los niños de Laila Ripoll también fueron olvidados y sus vidas quedan congeladas en la niñez dentro de la mente del deficiente, viven bajo el miedo de Sor (en Peter Pan viven bajo la amenaza del Capitán Garfio, que representa la autoridad) y se rebelan contra ella cada vez que montan un teatrillo (al igual que en Peter Pan se llevan a cabo danzas y batallas imaginarias).

La obra se encuentra dentro de la nueva corriente denominada teatro del enigma, por lo que hasta el final de la obra no se nos desvela que estos tres niños con los que Tuso se comunica son en realidad redivivos rescatados por la memoria de éste para hacer más amena su soledad e intentar aliviar el remordimiento por haber asesinado a la cuidadora religiosa que acabó con la vida de sus amigos.

Finalmente y tras la pequeña reflexión de esta entrada, me gustaría invitar a todos los lectores a reflexionar sobre ese pasado oscuro que todos llevamos a nuestras espaldas, ya que el que más y el que menos, tienen algún pariente que fue víctima de esta Guerra Civil Española que no dejó indiferente a nadie. Opino que deberíamos tener más presentes nuestros errores cometidos en el pasado para así no volverlos a cometer en el futuro; todo lo contrario de lo que se pretende hoy en día echando tierra sobre la historia de nuestro propio país y los errores nacionales.

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A modo de curiosidad, añado este enlace en el que podrán ser testigos de  cómo 75 años después, los niños ya mayores víctimas de aquella tragedia cuentan su versión de la historia. Realmente emocionante.

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