viernes, 6 de junio de 2014

Los niños perdidos de la Guerra Civil

17 de julio, 1936. La escuela ya ha acabado y los que más y los que menos, comienzan a disfrutar de los primeros días de verano. El amanecer en el campo y las tardes en la playa, acompañados por varios primos y hermanos que hacen más ameno el paso de los días de estío. 


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Un golpe de Estado acaba con toda la tranquilidad que conlleva el verano. El territorio español queda dividido entre territorio republicano y territorio sublevado. El bando sublevado no consiguió alcanzar su objetivo principal de apoderarse del punto neurálgico del poder, Madrid, ni de las grandes ciudades, como Barcelona, Valencia, Bilbao, Málaga o Murcia (aunque sí controlaban Sevilla, Zaragoza y Córdoba), pero dominaban cerca de la mitad del territorio español, ya que controlaban Galicia, Castilla y León, Álava, Navarra, gran parte de la provincia de Cáceres y la mitad de Aragón; menos Asturias, Cantabria, Vizcaya y Guipúzcoa, que quedaron aisladas del resto de la zona republicana, y Cataluña. Además dominaban Sevilla, Córdoba y Cádiz. Millones de niños españoles quedaron separados de sus familiares por culpa de estas divisiones. Primos y hermanos que por límites territoriales debieron luchar unos contra otros sin saber bien lo que hacían.

Bebés recién nacidos cuyas almas se tachaban de republicanas por el simple hecho de que sus padres defendían tales causas e incluso niños de cualquier edad que eran asesinados sin ningún tipo de piedad por el mero hecho de pertenecer a familias no falangistas.

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Me gustaría aportar un vídeo en el que se ve reflejada (mediante fotos explícitas) la crueldad a la que estuvieron sometidos estos niños.


Laila Ripoll pretende limpiar las telarañas de un pasado español del que parece que ya nadie se acuerda. Los niños protagonistas de la obra, nacen de la memoria de uno de ellos, Tuso, por lo que el relato en su totalidad depende de los recuerdos de éste. Los tres niños con los que conversa Tuso, son en realidad el recuerdo creado por éste de tres de los compañeros de orfanato que en su momento fueron arrancados de los brazos de sus padres de ideas izquierdistas para ser internados bajo una orden religiosa.

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En este primer contacto con la obra, me gustaría mostrar este fragmento de las palabras de la monja encargada de cuidar a los niños, que me parece clave en el desarrollo de la acción.

Sois la bancarrota de la castidad. Sois la manzana podrida y licenciosa que, si la dejamos, emponzoñará a nuestra esperanzadora juventud. Sois la hez de este mundo y del otro. Piojosos. ¡Judíos! Habéis heredado de vuestros progenitores los siete pecados capitales. Y en las llamas del infierno os habéis de condenar. Ja. ¿Qué es el infierno? Pues el infierno: una sima hondísima llena de llamas y en ellas están los demonios y condenados revolviéndose y entrechocándose en horrible revoltijo, como los garbanzos del cocido hirviendo en la olla. Allí estaréis quemándoos eternamente, sin morir jamás, porque la justicia de Dios así lo exige. Ja. No habéis sabido vencer la sangre que os corrompe. No habéis aprendido nada en todo este tiempo. Lástima de dinero gastado. Mejor hubiera sido haber acabado con vosotros igual que con vuestros padres. Sois alevines de Barrabás, renacuajos de Sodoma, crías de Caín ... Y vuestros padres... ¡Escoria y ateísmo eran vuestros padres! ¡Devoracuras! Ja. 

Recuerdo que este personaje le está hablando a niños que apenas superan los doce años. Los considera escoria y "plaga" que cuando crezcan contaminarán los ideales del resto. Utiliza el insulto judío para referirse a ellos e incluso les acusa de llevar consigo los siete pecados capitales. Los condena al infierno y les amenaza con lo que allí encontrarán en el nombre de un Dios que según ella considera, está a favor del bando falangista. Les acusa de "no haber vencido la sangre que les corrompe" sin tener en cuenta que tan solo son unos niños cuya única preocupación es volver a casa y jugar. Les insulta de una de las formas más graves que existen, recriminándoles sus orígenes. Estos tres niños son tachados de izquierdistas sólo por ser hijos de quienes eran. Incluso se lamenta ante ellos de no haber acabado con sus vidas como en su momento se hizo con la de sus padres. Esta monja  es una persona cruel con ningún escrúpulo que no duda en desquitarse de sus frustraciones con tres niños inocentes. Resulta curioso cómo todas las comparaciones van emparejadas con elementos bíblicos. En teoría esta señora es una emisaria del Señor, enviada a la Tierra para hacer el bien y ayudar al prójimo y Laila Ripoll constantemente nos recuerda la función teórica de esta señora ya que sus palabras a cada instante nos hacen olvidar su vocación. Aquí se muestra cómo el bando falangista (en este caso, que es el más duramente tratado) se escuda en cualquier excusa para justificar sus desmesurados actos. Esta monja utiliza la religión como escudo para acribillar a los tres pequeños justificando el ateísmo de sus padres. Resulta desgarrador leer este texto poniéndose en situación y teniendo en cuenta a los receptores de tales palabras.


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En la siguiente entrada, estudiaremos a fondo el poder y la violencia desatada en la obra de Laila Ripoll.

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