En esta nueva etapa del blog, hablaremos sobre una de las obras de teatro actual relacionadas con el terrorismo español. Estamos hablando sobre La paz perpetua de Juan Mayorga.
La edición que utilizaremos para el comentario será la siguiente:
MAYORGA, Juan. La paz perpetua. Introducción de Manuel Barrera Benítez. KRK Ediciones. 2009. Oviedo. ISBN 978-84-8367-224-2
Resulta significativo el título de la obra, ya que hace referencia a Sobre la paz perpetua, una obra política escrita en 1795 por Immanuel Kant. El objetivo de esta obra es encontrar una estructura mundial y una perspectiva de gobierno para cada uno de los estados en particular que favorezca la paz. El proyecto kantiano es un proyecto jurídico y no ético: Kant no espera que los hombres puedan volverse más buenos, sino que cree posible construir un orden jurídico tal, que coloque la guerra como algo ilegal, como ocurre dentro de los estados federales.
En unas declaraciones sobre su obra y teniendo en cuenta lo comentado sobre Kant, Juan Mayorga hace la siguiente reflexión:
[Juan Mayorga Ruano ] Un amigo me desafió a escribir una obra sobre terrorismo. Poco a poco supe que lo que me interesaba era escribir sobre cómo reaccionamos al terrorismo y a su amenaza. Concebí el texto al ver a un perro vigilando la cinta de equipajes de un aeropuerto. Pensé entonces que los perros, que pueden ser muy violentos, acaso observen sin embargo con asombro esa violencia específicamente humana que es la terrorista, y los modos asimismo violentos con que esa violencia a veces se combate. Por otro lado, llamo la atención sobre el hecho de que practicar la tortura es tratar a un ser humano como mero cuerpo, esto es, animalizarlo; y, finalmente, comportarse uno mismo como un animal.
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En los últimos años, en medios políticos y académicos de nuestras democracias se vienen dando en torno a la tortura discusiones públicas que hace poco nos habrían parecido insólitas. Se discute si la tortura es legítima en la llamada lucha contra el terror, si podría legalizarse aplicando ciertos protocolos o en presencia de un juez, si deberían crearse equipos de interrogadores especialistas con derecho a torturar… Se discute acerca de la definición de tortura y sobre si es o no tortura, por ejemplo, la asfixia simulada. La mera existencia de esos debates me provoca una enorme zozobra. El teatro, que también me sirve para celebrar la vida, es el medio de que me valgo para compartir mi zozobra.
Los defensores de la tortura la presentan como un mal necesario. Se trataría, según ellos, de un acto no deseable pero imprescindible para la salvación de inocentes. Quiero poner al espectador ante ese argumento y que él mismo, antes que los personajes, se enfrente a él.
El título de la obra hace referencia a un breve pero importante texto de Inmanuel Kant. En mi obra esa referencia tiene varias funciones. Por un lado, una función, por así decirlo, melancólica, en la medida en que nuestro presente parece muy distinto de aquel horizonte con que Kant soñaba. ¿Qué queda hoy del proyecto de la Ilustración? Por otro lado, el título puede tener, me parece, un valor irónico, en la medida en que el horizonte de una paz duradera –si no eterna- aparece hoy en el discurso de políticos en las antípodas de Kant.
A partir de aquí en la siguiente entrada, comentaremos esa violencia del terrorismo que Mayorga intenta plasmar en su obra y el poder que ejerce sobre nosotros actualmente esta amenaza invisible.
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